El esfuerzo y el ánimo es
un documental, protagonizado por la compañía de danza Béjart Ballet Lausanne,
la cual siente y padece la pérdida de su gran maestro Maurice Béjart. Gil Román, heredero indiscutible
del Béjar Laussane, necesita demostrarse a sí mismo que es merecedor de tal
legado y que es capaz de hacer continuar el arte de la danza, caminando junto a
Béjart Laussane con la misma fuerza, espíritu y entusiasmo que Maurice
transmitía.
Arantxa Aguirre,
directora del documental, nos define su primer largometraje: “El esfuerzo y el
ánimo es una película sobre personas que se pelean por salir adelante, no es
sólo una película de danza. El documental habla de que la voluntad, las ganas
de superarse y el no desfallecer son cosas importantes que ayudan a conseguir
cosas impensables”.
Podemos trasladar las
imágenes y palabras del documental a la tarea educativa, la pregunta no es cómo
sino, por qué. El cómo debería ser obvio: trasladando aquello que impregna el
arte a la educación: la belleza, la disciplina, el afán continuo de superación
y el no estancamiento. El saber hacer por placer, y no por una imposición
superior. El por qué, tal vez sea la pregunta que nos debamos acometer
realmente: ¿por qué la danza y la educación? Más aún, ¿por qué el arte y la
educación? En nuestra opinión, porque sin arte no hay educación. Esto se puede
explicar de varias formas.
Una forma un tanto
atrevida y que puede ser entendida con arrogancia (lo que no la convierte en
incierta), es entender la educación como un arte. ¿Qué es el arte sino el fruto
de un esfuerzo logrado con disciplina, algo admirable, bello y que, en cierto
modo, afecta a las personas que lo contemplan? Así debería ser el quehacer
educativo. Una serie de acciones programadas con especial esfuerzo, disciplina
y con una implicación máxima, pero a la vez, todo lo contrario, el desorden de
la creatividad, dejar las cosas a definir por la imaginación, como se ve en el
documental: “Al principio es un niño que se levanta y baila, luego un bailarín
que suda y se esfuerza y al final un niño que se levanta y baila”.
Por otra parte, podemos
entender el arte por y para la educación, como una gran fuente de transmisión
cultural, nuevas formas de expresión de las emociones, como nexo entre la
educación y la cultura.
Por último, podemos
entender el arte como la imagen de la ciudad. Una de las cosas que vemos en el
documental es cómo Gil Román se ve con la responsabilidad de llevar a cabo una
obra con la que implica no solo a la
compañía, entre lo que alumnos se refiere, sino que se crea una red ciudadana
que otorga responsabilidades tanto para el municipio y sus ciudadanos con la
compañía como para la compañía con el pueblo, su público, de una u otra forma
se deben a ellos.
Después de lo expuesto, la pregunta
que se nos suscita es otra bien distinta a la que nos planteábamos en primer
término, aunque sólo cambie una palabra: ¿qué motivos hay para NO ligar el arte
con la educación?