viernes, 4 de mayo de 2012

¿Qué esconden los cuentos?



Quizás el motivo por el que esta clase me inspira a reflexionar tenga que ver precisamente con que muchas noches de muchos domingos que paso en mi casa, las paso contando cuentos a un niño. Nunca me había parado a pensar sobre los cuentos ni sobre aquello que los cuentos provocan en los niños. 

Como hemos hablado hoy en clase los cuentos, en sus orígenes, estaban pensados para contar y transmitir de forma oral historietas, fantasías, miedos,… Contar algo que había sucedido o que se suponía sucedido. Lógicamente, la trasformación de estas historietas surge al viajar de boca en boca. Estos cuentos se van adaptando a las diferentes épocas, exaltando así los valores, roles y símbolos de cada una de ellas. Van cambiando en cuanto a contenido pero no en cuanto a su estructura. No me detendré en ello, pero el por qué de que su estructura no cambie también me hace pensar, quizás porque refleje la forma en que acontecen nuestras propias historietas, nuestros propios cuentos (nuestra vida). 

Si decimos que los cuentos se adaptan a las épocas, ¿qué tipo de cuento tenemos hoy? Si hacemos un recorrido en los cuentos, por ejemplo en el de la cenicienta, vemos como hay una notable distancia entre el de Charles Perrault y el que Disney nos cuenta, y por ende, el que los niños escuchan hoy. Lo que se ha “mutilado” de los cuentos ha sido sobre todo la simbología a veces perversa. Cómo dijimos en clase, los cuentos no son narraciones inocentes. Está claro que si estos cuentos han sido transformados hasta convertirse en versiones inocentes y delicadas preparadas para ser contados a niños preciosos, con cara aterciopelada, para que sueñen con nubes de colores y no piensen en monstruos, es porque nuestro concepto de infancia está idealizado o queremos que así sea.

No puedo evitar no acordarme de aquel seminario que aconteció el curso pasado en la facultad, en el que se habló de infancia y cine. Algo de lo que allí se habló hoy resuena en mi cabeza. Si no recuerdo mal una de las preguntas que se nos hizo en aquel seminario fue: ¿por qué pensamos que debemos ocultar algo del mundo adulto a los niños? También recuerdo entre muchas otras cosas que una de las conclusiones a las que llegamos fue que algo de la infancia nos transmite protección, bondad, ternura, belleza, … pero que los niños también son perversión, mentiras, fantasías, monstruos, violencia, … Por ello, si eliminamos esa parte perversa de los cuentos quizás estemos eliminando algo que pertenece a los niños.

La capacidad con la que un niño mira, escucha e imagina un cuento no es la misma que la mirada que los adultos ponemos en los cuentos. Los niños miran el mundo y quizás encuentren en él cosas que el adulto ya no puede ver. En el cuento pasaría algo similar, los niños pueden imaginar y ver en él gestos que el adulto no ha percibido y del mismo modo, aquello que  pueda ser escandaloso en un cuento según el criterio de un adulto, sea fantástico y simbólico para la mirada de un niño.

Imagino, que a partir de esta reflexión, los cuentos que lea tomarán otra perspectiva, y algo muy importante no definirán de antemano aquello que quiero que el niño aprenda. Porque es peligroso “amputar” de ese modo la imaginación y creatividad de un niño.

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